miércoles, 14 de noviembre de 2018

"Oro parece, plata no es".


   Hace algún tiempo, un cliente de un restaurante, apurado, reclamó que acudiésemos con urgencia a revisar sus instalaciones, puesto que ya mantenía servicios contratados con la empresa de control de plagas en la que yo trabajaba. Habían detectado la presencia de una rata, o mejor dicho, muestras de presencia de una rata.
En principio habían observado algún excremento en el almacén, y pasado un día habían comenzado a percibir un desagradable olor, como a animal en descomposición, que relacionaban posiblemente con algún roedor muerto.

   Al día siguiente, en respuesta a la requerida revisión de incidencias o apariciones referente a plagas, me enviaron a mí como técnico aplicador de la empresa de control de plagas, para intentar solventar en medida de lo posible el problema: con la intención de revisar, colocar, potenciar los cebos existentes, rastrear y avistar esas posibles muestras, y en todo caso colocar trampas adhesivas, por la rapidez de actuación, etc.

Dando por hecho las premisas del cliente, y su relato de avistamiento de heces, di por cierto su conocimiento sobre plagas, como suele ocurrir en estos casos, que se comienza a realizar una revisión de cebos para detectar el consumo de éstos y potenciar en todo caso, así queda la tranquilidad de la efectividad de los tratamientos desratizadores, y claro el problema llega al ir comprobando que están totalmente intactos, aterra la duda de si será la típica rata desconfiada (neofóbica) que no consume los cebos, y se ceba en algún otro tipo de alimento, pero también está la duda como casi siempre, dudar sobre las premisas del cliente, sin confirmarle la desconfianza de su hallazgo, pero tratando de hacerle creer empíricamente, con la tranquilidad de una buena inspección el error de su temor sobre la presencia de plaga.

En primer lugar revisé un altillo que hace modo de almacén lleno de  arcones congeladores por doquier (imaginad la temperatura que allí dan de sí los motores), todo enredado por cierto, cosa que no veo correcta, pues da lugar de cobijo cualquier animal,  y conectado con los falsos techos del local, barra y salón, y con la fachada exterior por las ventanas de lamas metálicas de los climatizadores. Ahí me sugestioné por las informaciones falaces del cliente: un mísero excremento de rata "súper reseco", que podría tener años, pero me extrañaba un desagradable hedor.

Me dejé llevar por la sugestión: olor a rata muerta, habrá comido algún cebo y lista. Pero no, lo cierto que entre los enredos del lugar avisté en el suelo una bolsa que no me gustaba un pelo: anudada, con algo blandengue en su interior, y se veían revolotear mosquitas alrededor. Mi fallo, el no examinarla a fondo, como indico más adelante era algo de alimentación que habían dejado fuera de los congeladores quizás por despiste, estaba entre dos de ellos.

Seguí la inspección, comprobando que los cebos existentes no estaban comidos ni con muestras de rata alguna o ratón, no conformándome y procediendo a cambiarles y potenciarles, al tiempo que intercalaba en zonas de paso, trampas adhesivas.

Una vez terminada la revisión me dirigí a la persona a cargo, le comenté todo y le hice ver y revisar la bolsa que avisté en el altillo, que quizás contenía algo que pudiera ser lo que provocaba el olor, y respecto la rata, le hice saber la inexistencia de  muestras.

La sorpresa fue que entonces me indicó si había observado una bandeja de las que usan para recoger los platos con restos de las mesas antes de ir al lavavajillas (en forma de caja, blanca y de plástico), que estaba sobre unas cajas de bebidas a más altura que yo y por su posición en el almacén de abajo junto el obrador de cocina, y directamente bajo la zona donde se encontraba la bolsa en el altillo: "mire, mire allí por favor que a mi me da asco" –me dijo-, le respondí que qué tenía que mirar, "allí, están las muestras, es que a nosotros nos da asco". ¿Muestras? me dije cogiendo la caja para ver qué contenía. Mi sorpresa fue al tiempo la deducción de todo: cápsulas de pupa de la mosca de la carne (moscardón), que ni más ni menos habían confundido con excrementos de rata y por lo cual les tenían allí, sin limpiar, sin retirar, no sé por qué, ya me lo podían haber comentado al principio.

   Con la conclusión llegó la solución: se han dejado en el altillo una bolsa con materia orgánica fuera del fresco, lo que comprobé al fin. Efectivamente la bolsa daba verdadera repugnancia: con sus larvas, líquido seroso, olor nauseabundo al moverla, para qué decir, y de ella se estaban desprendiendo las larvas, raptando hacia los extremos de los tableros que hacían de suelo cayendo al piso de abajo, para metamorfosearse en adultos, por ello aparecían allí las cápsulas de pupa, suerte tuvieron que cayeran a dicha batea de plástico, pues muy cerca había un obrador lleno de harina sobre mesas y  recipientes listos para amasar pizzas.

Recomendación: retirada del desecho en descomposición y posterior limpieza (con una buena desinfección), y aprovechen para ordenar un "poquito" ese altillo, que hace la vez de almacén, y de paso coloquen mallas metálicas en las lamas de las ventanas donde se aprovecha la ventilación de los climatizadores, puesto que cualquier día si podrá ser una o unas ratas ciertamente, que se repartirían directamente por todo el falso techo del local, dificultando su eliminación con la posible consecuencia de aparición súbita a través de rejillas de aireación.

Conclusión: ¡cuidado donde te metes a consumir!, la misma historia de siempre...