sábado, 26 de enero de 2019

Oruga de Thaumetopoea pityocampa


25 de enero, a medio día buscando el solecito, templaditas en un día con una temperatura entre 11 y 15º C.
Avanzando las orugas de la procesionaria, activas fuera del bolsón reconstruyéndolo para su ampliación, ya que conforme crecen ellas, necesitan más espacio para refugiarse.

Hoy no es un día con aire, por lo que no he dudado en fotografiar estos bolsones que estaban en pinos jóvenes, a una altura perfectamente accesible, lo que puede constituir un grave peligro de recibir en nuestro cuerpo el síntoma de su  thaumatopina, toxina que contienen en los pelillos urticantes estas orugas tan llamativas, bien tras el contacto directo o mediante desplazamiento por el aire de esos pelos, nos puede provocar irritaciones y/o reacciones alergicas.

sábado, 19 de enero de 2019

"Biocidas naturales".

Biocidas naturales.

Esto no fue ayer, ni hoy, ni la semana pasada. Fue uno de tantos días en mi jornada como aplicador de biocidas:


   Era un restaurante, del cual nombre ni dirección importan, siquiera se si todavía sigue abierto o funcionando. Era por la mañana, antes del ajetreo para comenzar a preparar comidas y demás. Tenía un aviso de que el local le había sido requerido el certificado de DDD por sanidad, y el cliente en principio aceptaba que observó algún ratón.


La inspección para colocación de los cebos fue farragosa, donde quiera que apoyara las manos (en cocina), éstas quedaban pegajosas, así deducía que cualquier inspector que hubiera pasado por esas instalaciones, le pidiera tal certificado, y seguro que si no le hubiera supuesto un trauma post laboro, lo clausuraría sin dudar.


Ciertamente fue sorprendente el no observar mucho movimiento de roedores, pero no obstante fui aplicando cebos estratégicamente por el local. Cual sería mi sorpresa al comprobar el misterio de la falta de huellas roedoras, y ésta no fue otra que dichos animalillos, los pobres, no esperaron a mi labor para ser arremetidos, sino que sobre las cámaras altas de la cocina (dos al menos), estaban estos disecados unos, agonizantes otros, y en los huesos varios, la cocina había generado su propia estrategia de defensa: "la Grasa", estaban todos pegados en la inmunda y asquerosa típica grasa de la cocina mugrienta y vil. Pronto deduje que el hedor que merodeaba por el local se debía a la autoprotección de la cocina contra invasores de más  de dos patas y peludos.



Esto me enseñó como la naturaleza es sabia, y aun en un clima artificial, creado por los humanos, al final ésta predomina por su sabiduría, pues sino, no quiero ni pensar el número de roedores que podrían haber sido inquilinos del local.